Un juzgado de Castellón
ha condenado a dos años de cárcel por sendos delitos contra la integridad moral
a la educadora de una guardería
pública por someter a sus alumnos a un "trato incorrecto, inadecuado y
vejatorio de forma reiterada". La sentencia, hecha pública este jueves por
el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, considera probado
que los niños, especialmente dos de ellos que tenían dos años de edad,
sufrieron "acciones
violentas totalmente injustificadas", "expresiones
impropias, tirones bruscos y algún bofetón o cachete".
Estos dos menores, cuyas madres deberán ser indemnizadas con
2.000 euros cada una por daños morales, manifestaban el "temor" que
les causaba la actitud de la maestra "con llantos por la mañana y
pesadillas nocturnas". La Consejería de Educación de la Generalitat
valenciana ha sido declarada responsable civil subsidiaria.
El fallo, contra el que cabe recurso ante la Audiencia
Provincial de Castellón y del que ha sido ponente la magistrada María Reyes
Gavara, señala que la educadora llevó a cabo las agresiones "aprovechando
el espacio cerrado del aula y la corta edad de los pequeños". Una circunstancia
"que les impedía repeler dichos comportamientos y les imposibilitaba
verbalizar lo que les sucedía expresándolo con claridad a sus padres, que
habían elegido dicho centro en la confianza de estar otorgando el mejor cuidado
a sus hijos".
La juez asume la tesis de la fiscalía y reconstruye en la
sentencia varios episodios del maltrato, que sucedieron en el curso 2010-2011
en un centro situado en el Grao de Castellón. A una niña, la maestra le
"propinó un fuerte bofetón que le hizo perder el equilibrio y caer al suelo,
propinándole de nuevo otra bofetada". Otro niño, de nombre Carlos,
"manifestó a su madre con su lenguaje infantil y mediante gestos que la
acusada les pegaba en la cara, en la boca, en las manos y en el culo. Y solía
repetir constantemente: 'Carlos es malo, Carlos es tonto".
En otro caso, la educadora dejó fuera del aula a uno de los
niños mientras le decía a través de los cristales: "¿Qué, te gusta, estás
bien, quieres entrar?". Y cuando finalmente abrió la puerta lo cogió
"fuertemente del brazo para introducirlo en el aula mientras con la otra
mano le daba una colleja".
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